viernes, 26 de octubre de 2012

Anónimo no veneciano


Técnica mixta sobre lienzo (40x40cm cada pieza)

Siguiendo la estela de Ars iocandi, y además con el mismo modelo, acabo de terminar estas dos piezas que ocupan la entrada de hoy. Comparten también ambas parejas la voluntad de jugar con quien las mire, de bromear con el espectador manteniendo el espíritu lúdico e infantil. 

Próximamente las veremos expuestas. Más datos en breve. 

¿Jugamos?

Pieza II adquirida

martes, 23 de octubre de 2012

Avaricia

Técnica mixta sobre tablilla (178x127mm)

Acumular cosas materiales, buscar la riqueza personal por encima de todo y de todos, sobornar, manipular, engañar...Todo suena demasiado cotidiano ahora mismo. Avaricia urbanística, avaricia electoral, avaricia política que cambie las leyes que haga falta en beneficio propio. Codicia de unos pocos que va sufriendo el resto...sin duda estamos ante el más actual de los pecados capitales. Y no sé si llevarán la cuenta, pero además este es el último de la serie. 

Se asocia a este pecado el color amarillo (el color del oro, claro), que he tratado de concentrar en la zona inferior del dibujo. Aunque ahora que me fijo, podría parecer que el protagonista de la imagen se dispone a cambiar una bombilla. Por lo menos se la lleva fijo. 

En fin, para añadir una nota ligera a esta entrada, quiero recordar a unos de los pocos personajes cuya avaricia no le hace detestable en absoluto. Me refiero al entrañable Gil Pato, también conocido como Tío Gilito. Recuerdo echar tardes enteras leyendo el Don Miki y encontrar a este plumífero millonario nadando entre enormes montañas de dinero con un traje de baño vintage a rayas. Yo lo encontraba un poco raro, pero me hacía gracia. Tiene que haber de todo en este mundo.

Y bueno, tras este superficial repaso a los distintos grados de putrefacción de la moral humana, esto se acaba y yo me quedo pensando en qué será lo siguiente que les muestre...puede ocurrir cualquier cosa.


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lunes, 22 de octubre de 2012

Lujuria

Técnica mixta sobre tablilla (178x127mm)

La lujuria o el no poder controlar el deseo carnal es un argumento que nunca pasa de moda. Según la interpretación moderna de los pecados capitales, el pecado de lujuria se referiría a la adicción al sexo, el adulterio y la violación (¿adicción al sexo? esto suena a Jólibu...Hay que ver lo que se modernizan...)

Y ya que hablamos de lujuria,  no puedo evitar que me vengan a la cabeza escenas de películas (ochenteras todas) que en su época causaron escándalo por su atrevimiento, aunque hoy resulten de lo más ingenuo y teatral, pero, eso sí, rebosantes del glamour perdido en las escenas de cama actuales. Y es que ¿qué me dicen de los revolcones entre William Hurt y Kathleen Turner en Fuego en el cuerpo? (ni siquiera se despeinaban y qué iluminación...); ¿y de la escena del ascensor en Atracción fatal? (la verdad es que nunca entenderé cómo pueden poner a Michael Douglas de chico sexy con la cara de vieja que tiene); ¿y cuando Jack Nicholson se cepilla a Jessica Lange en la mesa de la cocina en El cartero siempre llama dos veces? (otro señor que iba de guapo en los ochenta aunque jamás lo comprenderé) Por no hablar de Nueve semanas y media, a la que dieron muchísimo bombo con todo eso del striptease de la Basinger y cuando fui lo suficientemente mayor para verla me pareció un tostón...

Claro que todos estos ejemplos palidecen al lado del que viene ahora. Porque a mí la escena que me gustaba -no era de cama, pero se enseñaba mucha cacha- era la apoteosis cutre-hortera del baile final de Staying alive, la horrible continuación de Fiebre del sábado noche, donde un irreconocible Travolta musculoso y fibrado se dedicaba a lucir palmito depilado y sudoroso al ritmo de energéticas melodías sintetizadas. Ains, ahora sé de dónde sacan la inspiración para las galas Drag Queen del carnaval...Como para muestra un botón, aquí tienen el enlace, así que disfruten y cuidado con la mandíbula, no se les disloque, que la risa a borbotones es traicionera.

¡Pronto el último pecado!



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viernes, 19 de octubre de 2012

Ira

Técnica mixta sobre tablilla (178x127mm)

El odio o enfado descontrolados, la rabia, la sed de venganza, el fanatismo...todo ello sirve para ilustrar la entrada de hoy. Se suele asociar la ira con el color rojo, que es el color de la sangre...porque cuando hierve la sangre, ya se sabe que llega al río y ahí ya es dificilísima de limpiar. 

Sangre, y además en grandes cantidades, se derrama en el que es, sin duda, mi estallido de ira preferido de la historia del cine (porque fuera de la pantalla, se nos recomienda canalizar la ira golpeando un cojín o similar, antes de liarla sin remedio...Ay, qué sucedáneo más cutre para una buena hostia, por Dios, pero es lo que hay). Me refiero a las escenas finales de Carrie (Brian de Palma, 1976). Basada en un relato de Stephen King, se nos presenta a Carrie White, una tímida joven marginada en el instituto y anulada por su fanática madre, una auténtica chalada obsesionada con la religión. Las interpretaciones de Sissy Spacek (Carrie) y Piper Laurie (la madre) fueron tan convincentes, que merecieron sendas nominaciones a los Óscar. No voy a destripar aquí el argumento, porque si queda alguien que no la haya visto, debería hacerlo, ya que hasta los arrebatos de cólera pueden tenerse con clase.

Nada más, nos vemos en la siguiente entrada. ¡No dejen que la furia les domine!


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jueves, 18 de octubre de 2012

Pereza

Técnica mixta sobre tablilla (178x127mm)

Para que la pereza merezca la categoría de pecado capital no basta con pensar "cinco minutos más" cuando suene el despertador por la mañana o con sentarse en el sofá viendo la tele dejando para última hora alguna tarea que tengamos pendiente. Esta pereza capital iría mucho más lejos. Tendría que producirse un estado de abandono personal tan grave, que llevase a la incapacidad para hacerse cargo de la propia existencia. Más bien parecería un caso severo de depresión. Así que vaya faena, uno estaría hecho polvo sin saber qué hacer con su vida y encima resultaría que estaría incurriendo en un pecado y de los gordos. No parece tener mucho sentido...

La obra de hoy muestra a alguien bostezando, que digo yo que no es tan grave ni pecaminoso, pero por algo se empieza y siempre se le puede ir de las manos...

Me despido hasta la siguiente ocasión, que tengan un buen día y encuentren tiempo para el ocio y el descanso...pero sin pasarse.


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martes, 16 de octubre de 2012

Envidia

Técnica mixta sobre tablilla (178x127mm)

El pesar por el bien ajeno y el deseo de privar a otros de ese bien es algo tan antiguo como el ser humano. Si pensamos en envidia, quizás el caso más socorrido para recordar sea el de Caín, que no tuvo reparos en llevarse por delante a su hermano, un "Don Perfecto" que le sacaba de quicio. Pero históricamente muchos otros personajes se han visto salpicados por la verdosa envidia: Judas, que le tenía unas ganas tremendas a Jesús; Salieri, que según las malas lenguas tuvo algo que ver en la muerte de su rival Mozart (aunque esto no parece tener ninguna base real); y un buen número de políticos españoles, que sacrifican sin escrúpulo alguno el bien común para jugar a eso de "quítate tú pa ponerme yo". 

Pero bueno, mi caso de envidia favorito (a dos bandas además) toma cuerpo en la insana relación que mantienen las hermanas Jane y Blanche Hudson. ¿Les suenan de algo? ¿A que si les recuerdo que son las protagonistas de ¿Qué fue de Baby Jane? (novela de Henry Farrel magistralmente llevada al cine por Robert Aldrich) la cosa va cambiando? Jane y Blanche Hudson, o, lo que es lo mismo, Bette Davis y Joan Crawford... Ahí es nada. Ambas se ponen a la cabeza de una historia plagada de rivalidades infantiles primero, para dar paso después a la más descarnada maldad, la manipulación hipócrita y el auténtico horror macabro. Parece ser que, para más inri, las dos actrices se llevaban endemoniadamente mal dentro y fuera de la pantalla. El rodaje tuvo que ser incendiario. Les recomiendo que lean el apartado "curiosidades" de la ficha de la película en Wikipedia. No tiene desperdicio. Si no han visto el film, no lo duden ni un segundo, es  tremendo. 

Así que ya lo ven, la envidia es el motor que mueve la entrada de hoy. Desde luego es lo que motiva al pobre caballero de la imagen, que no tiene más remedio que morderse un dedo para no estallar y montar un numerito (y de paso jorobarme la entrada). Le agradezco su contención, señor, quédese tranquilo, que su secreto está a salvo con nosotros, pues quien más y quien menos, yo creo que a todos nos ha rondado por el pensamiento el verde resquemor de la envidia. 

¡Hasta la próxima!


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domingo, 14 de octubre de 2012

Gula


Cuidado con alimentar al monstruo...
Técnica mixta sobre tablilla (178x127mm)

La entrada de hoy está dedicada a la gula, otro de los siete pecados capitales. Se la suele identificar con el consumo desmedido de comida o bebida (o de ambas). Es quizás el vicio más cotidiano y habitual en la mayoría de los hogares occidentales. Tan habitual es, que, salvo en casos extremos, socialmente se tolera muy bien, llegando incluso a resultar un rasgo gracioso de la personalidad (¿cuántas escenas de comedia romántica nos habrán mostrado a la Meg Ryan de turno dándose un atracón de helado frente al televisor para calmar el mal de amores?). Y es que ¿alguien tendría algún problema para confesar e incluso presumir de deliciosos empachos de dulce o de salado? Yo creo que no. Es más: la gula se potencia a menudo en la publicidad de muchos snacks  y productos. La gula vende. 

Pero todo tiene su lado oscuro. No me refiero a vagos recuerdos de dolorosos entripados de cacahuetes en esos cumpleaños a los que nos invitaban de niños...no. La cosa puede tornarse mucho más siniestra. Se puede comer hasta reventar, pero literalmente. Comer y morir en el intento. Lo dejó bien claro Marco Ferreri en su película La gran comilona, donde un grupo de amigos decide suicidarse comiendo. Por no hablar de los excesos en sustancias más peligrosas que la comida, donde las dosis hay que medirlas con más rigor para no emprender el camino de ida sin billete de vuelta...ya lo ven, el monstruo de la gula puede ser salvaje. Letal.

Por eso les repito: cuidado con alimentar al monstruo.


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miércoles, 10 de octubre de 2012

Soberbia


¡Hola a todos!
No se me confundan con el título de esta entrada, que no me estoy refiriendo a nadie en particular. Me explico: llevaba ya algún tiempo rumiando la idea de plasmar en una obra algo relacionado con los siete pecados capitales. No sé si la cosa empezó cuando vi Seven (tranquilos, que no tengo en mente "pasar a mayores"), o por el hecho de que la inmensa mayoría de las obras pictóricas que me venían a la cabeza sobre el tema pertenecía a épocas remotas (como la conocida versión que El Bosco, audaz como siempre, llevó a cabo en el siglo XV) o, siendo más recientes (caso de Otto Dix, por ejemplo), presentaba un argumento excesivo. 

Yo buscaba algo más simple: quedarme con el germen de cada pecado en la naturaleza humana, con la esencia de cada vicio lacerando nuestra moral, más allá de consideraciones religiosas, con el aquí y ahora de las bajezas de nuestro carácter. Así pues, reduje el formato del soporte para verme forzada a "ir al grano", y me puse manos a la obra. Por cierto, hablando de manos, he querido que sean un componente importante en la serie, ya lo irán viendo...

Pero bueno, basta de cháchara, por orden de realización, les presento al primero de los vicios de la serie: la soberbia.


Técnica mixta sobre tablilla (178x127mm)

Considerada la peor de los siete y además su origen, la soberbia habita en todos nosotros, más o menos dormida, eso sí, pero dispuesta a hacernos sentir superiores al resto de los mortales cuando menos lo esperemos. Les invito a abrir las páginas de cualquier periódico para localizar numerosos ejemplos. ¿A que tengo razón? ¿A que sí? ¿A que he dado en el clavo? Claro, como siempre, si es que soy la bomba...¡Ups, control, que la soberbia me posee!

Ay, ya se me pasa, menos mal...Pues nada, esto es todo por el momento, pero pronto habrá más, están ustedes avisados...

¡Hasta la próxima!



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