Acrílico sobre tabla (19x14 cm)
Nos dieron ya lo mismo
sus razones,
afilamos los clavos
y encajamos
varios golpes certeros
en sus manos:
la misma cruz oscura
lo elevaba.
El Buen Ladrón perece;
la sordera
se va abriendo camino
muy despacio:
nuestro criterio limpio
se adormece
y despierta una bestia
sin cabeza.
Desgarremos la carne
de los justos,
que ya no queda nadie
que lo impida.