La triste imperfección
de la pared desnuda
me muestra el resultado
de esta cruel estafa:
que jamás guardaremos
el secreto de un beso
y el tiempo inexorable
apagará mis labios;
que tampoco mis dedos
se aprenderán tu pecho
ni tu voz se hará húmeda
al susurrarme luego.
Que tú y yo somos nunca
y ya nunca seremos
más que el cordial espejo
de una profunda nada.
Por eso firmo el libro
de las reclamaciones:
para dejar constancia
del blanquecino olvido;
por duplicado, claro
y de antemano.
Acrílico y lápiz sobre tabla (22x14cm)