Acrílico sobre lienzo (15x15 cm).
¿Recuperados ya del susto porno-gay del capítulo anterior? Bien, bien, pero no se me confíen del todo, porque cuando menos se lo esperen...vuelvo a la carga con alguna otra sacudida sensorial, jeje...
Y ahora, para no perder el característico tono bipolar de este blog, cambiamos otra vez de tercio. Esta vez les muestro un encarguito que me han hecho. Me pidieron un soldado, pero que fuera tierno, así que enseguida pensé en los soldaditos de juguete (porque, por más que le daba vueltas, no le encontraba ternura posible a la guerra). Pero bueno, el protagonista de mi cuadro está a caballo entre el Soldadito de Plomo del cuento de Andersen (aunque el mío sea de madera, que me gusta más cómo suena Corazón de madera que Corazón de plomo, que además creo recordar que es una canción de Parchís...) y el Sargento Pimienta de los Beatles.
Un inciso para dejarles con mal cuerpo: ahora que lo pienso, la verdad es que me parece mucho más fuerte tratar de endulzar la guerra (infantilizarla incluso) como hago en esta entrada, que mostrar relaciones sexuales explícitas, como hice en la pasada, pero lo cierto es que el impacto visual no es el mismo en uno y otro caso, para qué engañarnos. Además viendo lo convulso que está el planeta, seguro que jugar a la guerra vuelve a ser el pasatiempo favorito de un montón de niños. No sé, ¿qué piensan ustedes?
Nada más, que pasen un buen día, sean felices y coman perdices. Nos vemos en la siguiente e imprevisible entrada...