viernes, 26 de noviembre de 2021

Qué extraña costa observo...




Qué extraña costa observo desde tus labios tibios,
una ciudad repleta de edificios absurdos
de marfil
habitados, supongo, por seres transparentes,
seres que van nadando ese milagro oscuro:
tu boca.

Y si arribara ahora a una orilla tan rara,
tan sumamente rara, ¿tú me recibirías?
A lo mejor descubro que has esperado siempre
un barco.
Un barco como el mío, un timonel cobarde,
alguien que grita —¡tierra!—y salta por la borda.

Pues si conspira libre todo lo que es pequeño,
todas las menudencias que importan realmente,
para llegar por fin a cometer un beso,
o la maravillosa proximidad de un beso,
divisaré tan cerca esa ciudad salobre,
que la costa extranjera, convertida en la mía
no entenderá ya lejos ni horizonte.